Colegio de Diseñadores Instruccionales de Chile: Problematización y objetivos de un gremio sin primera persona plural.

 

“Es un hecho demasiado probado por la Historia que la ascensión obrera ha sido siempre obra de la propia clase obrera que ha alcanzado la madurez”.

San Alberto Hurtado (1950) Sindicalismo.

 

Un diseñador/a Instruccional (DI), en su singularidad y calidad de profesional de la educación que piensa y desarrolla cursos en cualquiera de sus modalidades, ¿puede hablar desde un: “Nosotros o Nosotras” en el contexto de representación de intereses, enfoques y aportaciones profesionales del DI frente a una contraparte institucional, corporativa o autoridad? La respuesta más posible es un NO. Más aún, de cara a la propia sociedad de la cual es parte, es probable incluso que ante cualquier ciudadano tenga dificultades para explicarle cuál es su labor, porque es muy poco conocida o invisible en el contexto nebuloso de la administración institucional-corporativa de la capacitación y/o el marketing académico. Y es que difícilmente podría adquirir identificación social un perfil profesional que presenta múltiples matices en su definición en pleno siglo XXI, que no posee programas académicos de pregrado o programas de postítulos muy acotados en el contexto chileno, y que en definitiva no cuenta con una entidad que interprete a un gremio que existe de facto, pero que carece de organización y sentido de colectivo en derecho.

La pandemia vino a revelar la vulnerabilidad de un sistema educativo y de capacitación que hizo un fuerte esfuerzo por adaptar sus programas formativos presenciales a modalidades online que requieren un estudio más profundo de los planteamientos curriculares y metodológicos para el logro de aprendizajes. Repentinamente muchos se dieron cuenta que pareciera ser que en el ensamblado de un curso no basta con “el que enseña” y con “el que aprende”, es necesario un rol intermedio que mire estratégicamente el planteamiento de una asignatura o curso, y que ofrezca una mirada pedagógica y/o andragógica a las actividades que profesores y estudiantes desarrollarán para concretar un proceso de aprendizaje verdadero. Si al punto anterior se le suman otros aspectos tecnológicos para el diseño de entornos virtuales de aprendizaje (EVA) o el dominio de algunas tecnologías para la disposición de actividades y contenidos, resulta verdaderamente crítica la presencia de un diseñador/a instruccional que resuelva estos aspectos procedimentales en la capacitación y/o formación.

Los diseñadores instruccionales existen desde hace siglos como práctica, pero su presencia y necesidad es particularmente mayor en la presente década con el desarrollo del e-learning y sus distintos sucedáneos. Y esto no tan sólo por el explosivo requerimiento de un mercado que aprendió a valorar más estos programas online en pandemia, sino por un proceso mucho más profundo que tiene que ver con el vertiginoso cambio en la gestión y producción del conocimiento que nace de la mano de internet y la globalización (Cobo, C. 2017). Los marcos teóricos de todas las disciplinas cambian más rápido de lo que lo hacían hace un par de décadas atrás, y eso implica que las necesidades de aprendizaje en la sociedad de conocimiento son un aspecto crítico que requerirá de expertos en educación que favorezcan la comprensión y entendimiento de la población que desea aprender en contextos formales. Sólo un dato, el número de documentos de la producción científica chilena al año, creció entre el 2003 y el 2012 un 272% (CONICYT, 2014), es decir, en menos de una década casi se triplicó la producción anual de documentos científicos, lo que necesariamente implica una mayor cantidad de fuentes de información, que modifica y amplía los ámbitos de conocimiento en el plano local. Dicho fenómeno ocurre en todo el mundo y tiene también su reverberación en Chile mediante las redes que se nutren de autores y referentes internacionales. En consecuencia, será necesario contar con profesionales que favorezcan la asimilación y construcción de estos nuevos significados por parte de la población, la cual deberá adaptarse a estos contextos de cambio con la respectiva adquisición de competencias y nuevas comprensiones. Idealmente las carreras de pedagogía debieran contribuir con perfiles de egresados que respondan a estos desafíos educativos, pero la realidad es que apremia más resolver las problemáticas y necesidades del mundo escolar, que, dicho sea de paso, tampoco son pocas.

Estas necesidades de mayor visibilidad del rol del diseñador/a instruccional, el explosivo crecimiento de la industria del e-learning en la última década (principal campo de trabajo de DI), el necesario rol de gestión de conocimiento y diseño de procesos de aprendizaje en el siglo XXI, y principalmente, una noción de comprensión colectiva, como un nosotros/as, de lo que somos y hacemos como aporte a la sociedad, hace meritorio (y hasta incluso necesario) la composición de una organización formal jurídicamente constituida de los profesionales que ejercen en el país esta labor. Dicha organización, bajo el título de Colegio de Diseñadores Instruccionales de Chile - CODICH, debiera apuntar a los siguientes objetivos a modo de propuesta:

  • Interpretar y representar, desde los profesionales que ejercen el DI, los intereses y tensiones laborales que se experimentan desde el ejercicio mismo de sus funciones, en el plano nacional chileno.
  • Favorecer el intercambio de enfoques, metodologías, técnicas y herramientas entre pares de la profesión, para la mejora del análisis, diseño, desarrollo, implementación y evaluación de proyectos de enseñanza-aprendizaje en los contextos de la capacitación y/o educación superior.
  • Construir, fomentar y comunicar estándares de calidad a la industria de la formación, para generar una sinergia virtuosa que permita al gremio convertirse en un actor con voz identificable para las distintas organizaciones educativas y de capacitación que la componen.
  • Establecer estándares éticos en el desempeño de las funciones de los profesionales DI, que permitan valorar buenas prácticas, en favor de generar propuestas formativas que contribuyan al desarrollo humano del país.

Estos objetivos son una conclusión personal y sería labor del colectivo organizado de profesionales dedicado al DI, reflexionar respecto a su misión para concretar las directrices del CODICH. Para ello, como experiencia inédita en Latinoamérica, creo firmemente que ya se cuenta con la madurez suficiente para poder reconocernos como una comunidad con identidad y características homogéneas, que busca aportar de mejor forma a la construcción de capital humano para el país, desde un enfoque que no tan sólo provenga desde la academia o desde roles gerenciales, sino también desde los propios profesionales.

 

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